VOLVIENDO A LA RAÍZ
July 24, 2023
La verdad es que este último año mi concepto de hogar ha sido retado hasta lo más profundo.
Y es que los cambios se apoderaron de mi vida, al menos así ha sido este último año.
Si te atrae la astrología, entenderás que al ser taurina esto equivale a la prueba de atravesar el aro con la flecha mientras logras que esta se encienda en fuego.
Al mismo tiempo, me atrevo a decir que he vivido de las experiencias más transformadoras.
No es sorpresa como esto ha podido influenciar la relación con mi hogar, y justamente de eso se trata este escrito. Lo que una vez me sucedió en lo personal y sacudió todos mis paradigmas sobre el diseño interior fue la causa por la cual nació Quintus en el 2019. Ahora, esta misma filosofía me reta y a su vez evoluciona.
Todo comienza con la decisión de mudarme de ciudad. Además, a una que tiene sus propias reglas y una dinámica que no se asemeja a ninguna otra.
Desde el primer día, su distintividad me envolvió con la prueba de vivir en hogares subarrendados mientras conseguía el mío, dándome la primera enseñanza en cuando al desarraigo, el desprenderme de aquello que siempre he concebido como mi lugar seguro. Al mismo tiempo, vivir y absorber estos espacios ajenos, cuidarlos como míos y entender una nueva dimensión de lo que realmente necesitaba en lo material.
Vivir de unas maletas con lo que tú mismo vas aprendiendo qué es para ti lo esencial, fue revelador.
Luego, dentro de muchos otros sucesos en paralelo, encontrar lo que sería mi hogar en esa nueva ciudad. Un canvas totalmente distinto a lo que concebía común. Arquitectura interior que te reta por su antigüedad, donde la funcionalidad tiene otros parámetros y te pone a prueba cada centímetro de racionalidad.
¿Te imaginas la ciudad de la cual hablo?
Cuando has vivido en sitios donde lo moderno es estándar y la comodidad algo obvio, buscar apartamentos en Nueva York era sentir que la realidad te da bofetadas por todo aquello que esperabas obvio.
Aunado al hecho de mi carrera como diseñadora de interiores, donde todo mi esquema de lo que un espacio debía ser para poder habitarlo fue cuestionado hasta el punto que me vi obligada a soltar, ceder y aprender.
Reto en lo personal y en lo profesional.
Y acá me encuentro, volviendo a la raíz.
En tiempo presente, porque como todo proceso para habitar un espacio, esto lleva su tiempo.
Reencontrándome con todo aquello que va más allá de lo común en cuanto a estructura, los objetos que poseo y lo que es considerado estético para la sociedad.
Entendiendo lo que yo misma predico en esta teoría, ahora, aplicándola desde una nueva perspectiva.
Reafirmando que el hogar esta en mí.
En seguirme conociendo.
En yo misma definir lo que ahora soy para que este espacio me aporte lo que en realidad necesito.
Todo lo tangible que poseo ahora se vuelve una respuesta a un profundo proceso de conocimiento. De primero preguntarme si en realidad me representa y/o lo necesito.
Y redescubrir que de allí viene la magia en los espacios.
Sin importar el acabado de los muebles de tu cocina o que el baño sea del siglo XIX. Tu esencia es lo que los define y el proceso de crearlos o ajustarlos a ti es aún más intencional.
Fue entonces cuando recurrí a mi “Fórmula de la Raíz”, aquella que uso para tomar decisiones muchas veces complejas y quiero que sean leales a mí. Esta consiste en conectarme con mis comienzos, la identidad pura de nacimiento que me recuerda quién soy y, por ende, es libre de cualquier influencia.
Te la comparto, por si alguna vez la necesitas y con la intención de que pueda ayudarte.
Me traslado mentalmente al sitio donde nací, me cuestiono los primeros espacios que mis sentidos percibieron y eso siempre me ayuda a identificar todo aquello que me representa en lo emocional y material, haciéndome sentir en casa.
Esta es una foto emblemática del sitio donde nací.
Recuerdo una pintura muy similar a la foto en casa de mi abuela. Siempre fue mi objeto favorito de su casa, incluso cuando ni me imaginaba que el diseño de interiores sería mi profesión en el futuro; nunca perdía el asombro al ver aquella casa construida sobre dos piedras gigantes.
En momentos de cambios donde el proceso llega a ser abrumador, pienso en esta casa y su base de piedra. Ella también se convierte en una metáfora que me recuerda lo fuerte que puede ser mi raíz, esa que se traduce a mis valores, y al final es lo esencial reconocer cuando toca decidir.
En tu caso, puede que no te estés mudando de ciudad.
Puede que estés decorando un espacio y estás en la búsqueda del estilo que te representa; puede que estés decidiendo sobre un trabajo, o pasando por otro tipo de cambios.
Indiferentemente, me atrevo a decirte que la crème de la crème está en el autoconocimiento. Y acudir a tus raíces puede ser esa carta bajo la manga siempre que necesites respuestas honestas, para reencontrarte con todo aquello que es parte de ti y se traduce en tu esencia.
Deseo que ese proceso que puedas estar viviendo sirva de recordatorio, como lo ha sido para mí, de que todas las respuestas para decidir algo importante, como construir un nuevo hogar en la ciudad que sea, bajo las circunstancias que sean, están en nosotros mismos.